SADISMO Y MASOQUISMO, ERROR CEREBRAL



Alberto Martínez   Abril 18 2024

Un hombre desnudo es atado con una soga en todo su cuerpo, principalmente de cuello, pies y manos, cualquier intento de zafarse propicia que la gruesa cuerda dañen de manera directa su pene al grado de que sangrar, incluso, de cercenárselo. Sus gritos son de dolor pero sobre todo de placer, por ello, no le importa terminar en el hospital o que lo consideren masoquista.

En el otro lado de la moneda se encuentra otra parafilia, el sadismo. Un hombre que somete a una estudiante, una menor de edad, sin el mayor escrúpulo. La obliga a hincarse mientras coloca en su boca una pistola, con la amenaza latente de que le va a volar los sesos. No lo hace. Sólo quiere llevar al extremo la desesperación de la niña para poder lograr uno “de los mayores placeres” sexuales que es excitarse con el dolor ajeno, sin tener contacto genital.

¿Qué pasa en el cerebro de estas personas? La pregunta que ha sido una incógnita para la ciencia a nivel mundial pero un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) se dieron a la tarea de responderla a través del estudio del cerebro y se dieron cuenta que en este sector las señales de dolor, de laceraciones y daño físico, tortura, mutilación y crueldad hacia una persona, ya sea de forma consensuada o bien obligada, se traducen y transforman en estímulos placenteros.

Se trata de la conferencia “Dominación, sadismo y masoquismo ¿dolor y/o placer?” donde los académicos presentaron algunas estadísticas y resultados del estudio “Expresiones comportamentales de la sexualidad. Del Marqués de Sade al BDSM (boundage, dominacion, sadismo y masoquismo)”, que consistió en estudiar las reacciones del cerebro de 149 personas, en su mayoría solteras (65.8%), de las cuales 26% correspondían al género masculino 73% del género femenino. Sus edades oscilaban de los 16 y 63 años, siendo 28 años la media.

Ligia Vera-Gamboa, sexóloga clínica y profesora Investigadora titular del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán, así como su colega Juan Carlos Pineda Cortes, doctor en ciencias, presentaron, durante la Semana del Cerebro 2012, los resultados de dicho estudio, además de los más recientes hallazgos sobre la corteza cingulata – que envuelve parcialmente al cuerpo calloso (corpus callosum) y el nexo entre los dos hemisferios cerebrales- mismo que interpreta el dolor y las alertas de peligro.

La corteza cingulata, además, es parte integrante del sistema límbico y se encuentra involucrado en la formación de emociones, procesa la conducta, el aprendizaje y memoria. “Cumple funciones relacionadas con alertar sobre la posibilidad de vivir una experiencia negativa y nos advierte sobre un posible error, un peligro o de actuar de manera contraria a las normas.

“Esta área de nuestro cerebro, detecta, durante el juego y las actividades novedosas cualquiera situación en la que podemos obtener algún premio y nos alerta mediante sentimientos de ansiedad y dolor sobre lo que resulta peligroso. Lo mismo sucede cuando tenemos un sentimiento de pérdida”, dijeron los investigadores.

Sin embargo, comentaron, en el cerebro de un sádico (considerado como un trastorno psiquiátrico en el que se deriva placer sexual de infligir dolor, el sufrimiento o la humillación de los demás)- y de un masoquista (que obtiene placer al ser víctima de actos de crueldad o dominio, sexual o asexual, sumisión), todas las señales sensitivas de nuestro cuerpo de dolor se vuelven en potentes opiáceos.



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